El gato, ¿dios o diablo?
Como todo animal, el gato tiene su historia, adornada con leyendas negras o doradas, alimentadas por su relación con el hombre. Se le atribuyen siete vidas, incluso nueve. Lo que habla de la riqueza y de la complejidad del personaje…
Dios creó al hombre, únicamente con la finalidad de servir al gato (J. Sternberg)
Érase una vez…. hace 50 millones de años
"En el principio, Dios creó el gato a su imagen. Y, bien entendido, encontró que estaba bien. Pero el gato era perezoso, no quería hacer nada. Entonces, más tarde, después de algunos milenios, Dios creó al hombre. Únicamente con la finalidad de servir al gato, de servirle de esclavo hasta el fin de los tiempos…". (Jacques Sternberg, Cuentos glaciales, 1974)
El gato conquistó la tierra hace 50 millones de años. Ya en aquella época remota, era ese pequeño carnívoro de cuerpo esbelto y larga cola tan familiar.
Nuestros propios ancestros, los primeros homínidos, aparecieron recién cuarenta millones de años después. El género Homo llega hace 3 millones de años, con una lenta evolución marcada por las herramientas cada vez más perfeccionadas de las que se sirve en el transcurso de las tres Edades -Piedra, Bronce, Hierro-. El Homo sapiens, nuestro ancestro directo, apareció hace apenas 200.000 años.
El hombre y el gato, que no tienen ningún punto en común, se van a encontrar sin embargo hacia el 7.500 antes de Cristo. Empieza entonces la "Edad del gato doméstico".
Un hecho destacable es que el gato conserva la memoria de esta vida de aventura. Si duerme como mínimo 16 sobre 24 horas, no es por pereza ni por debilidad, sino para estar siempre en forma por si lo atacan, despertándose en una fracción de segundo.
Tapa sus excrementos con tierra o arena, no por preocupación higiénica, sino para disimular su rastro ante el enemigo ancestral. Eriza su pelo para parecer más grande de lo que realmente es, antes los otros felinos o predadores superiores en pelaje. Gruñe mientras sueña, vibrando con todo su ser, en recuerdo de cacerías y de combates prehistóricos.
Este guerrero de peso liviano puede hacer retroceder a adversarios de mucho mayor tamaño
Armado de fauces carnívoras con doce incisivos y de cuatro patas con garras retráctiles, este guerrero de peso liviano hace retroceder a molosos, en nombre de la lucha de razas siempre vigente entre perros y gatos. Todo ello vale incluso para el más pacífico de nuestros gatitos domésticos que, pese a todo, es un salvaje.
La edad de oro del gato
Preocupado por su confort, el gato elige territorio cerca del hombre que, seducido por su carita y su eficacia, lo llama por su onomatopeya, "miau", de la que deriva el verbo maullar. Pero el animal permanecerá siempre un poco salvaje. Es imposible entrenarlo como al perro o al caballo y con él no existe ninguna relación de dominio-sometimiento. El hombre sólo puede poner a su servicio sus cualidades innatas de cazador y acogerlo en su casa por el placer compartido.
La primera domesticación remonta al IV milenio antes de Cristo. Concierne al gato montés de Africa (Felix Libyca) primo del actual Abisinio. Es un perfecto cazador en atuendo de camuflaje y un gran amante de los pequeños roedores.
Los campesinos egipcios lo emplean para proteger los silos donde depositan las cosechas de trigo, recurso vital para ese pueblo de labradores. Caza también las serpientes cornudas (cerastes cerastes) y protege los alrededores de los de los hogares donde es desde ese entonces bienvenido junto al perro amarillo y a los pequeños monos verdes.
Se revela tan útil que no tarda en ser divinizado. La divinidad Bastet, representada bajo la forma de una gata o de una mujer con cabeza de gato, encarna la fecundidad, la alegría y la belleza.
Cohabita en el panteón egipcio con el toro Apis, símbolo de la potencia sexual, el carnero Amón, asociado al sol, el perro o chacal Anubis, que preside los funerales, la serpiente Apophis que lucha con el sol, etcétera.
Animal sagrado entre todos, el gato es objeto de un culto particular en Bubastis, capital regional del delta del Nilo. A él están dedicados la mejor fiesta del calendario egipcio y el templo más hermoso. En su recinto, una multitud de gatos sagrados y de gatos sacerdotes viven en jauría y se reproducen a voluntad, respetados, colmados de ofrendas, pero expuestas a periódicos sacrificios -se elige de preferencia a los cachorros, debidamente bendecidos, momificados y luego vendidos como reliquias sagradas. La ciudad también comercia con estatuillas y amuletos.
Herodoto describe las festividades que rodean a la diosa: "Barcazas y barcos de todo tipo, repletas de hombres y mujeres, flotaban tranquilamente a lo largo del Nilo. Las mujeres interpretaban música en címbalos y tamboriles y las que no tenían instrumentos las acompañaban con palmas y danzas. En pocos días se bebía más vino de la viña que en todo el resto del año. Así era el festival y, se dice, no menos de setecientos mil peregrinos celebraban la fiesta de Bast, al mismo tiempo". Se creyó que el "padre de la Historia", testigo del acontecimiento en el siglo IV antes de Cristo, había engrosado el número de peregrinos para exagerar la importancia del suceso, pero recientes excavaciones arqueológicas hacen justicia con el historiador griego.
Los faraones dictaban leyes protectoras de los gatos, encarnaciones de Bastet: un hombre que mata un gato, incluso por accidente, podía ser condenado a la pena capital… (…)
Lauchas embalsamadas acompañan al felino difunto en su otra vida para saciarlo y divertirlo
Es tan grande la veneración hacia el animal que, a su muerte, su dueño se afeita las cejas en señal de duelo durante setenta días, o sea el tiempo de la momificación. Más rica es la familia, más faraónicos son los funerales y más suntuoso el sarcófago. Lauchas embalsamadas acompañan al difunto felino en su otra vida para saciarlo y divertirlo.
A fines del siglo XIX, se descubrió en Tell Basta (ex Bubastis) un cementerio con 300 mil momias de gatos: cuerpos vendados, cara cubierta con una máscara.
[El fin del Egipto independiente -por la llegada de los persas-] fue también el fin de la Edad de Oro para el gato. Los persas lo veneraron pero mucho menos que los egipcios. Y los griegos y romanos de la Antigüedad fueron netamente menos sensibles a la gracia felina y los usaron sobre todo para cuidar las reservas de trigo, aun cuando los romanos ya contaban con comadrejas domesticadas, muy buenas cazadoras de ratas.
Después de lo mejor, el gato conocerá lo peor. Evidentemente, es un animal suscita adoración y odio, pero nunca indiferencia.
Entre los vestigios encontrados en el predio de la capilla construida por Saint-Louis en el siglo XIII, había gatos momificados: el protocolo que regía por entonces las inauguraciones de monumentos exigía, para que la construcción fuese duradera, que se introdujera en las primeras piedras un gato vivo, preferentemente negro.
Maldición a los gatos negros
Tanto en la Edad Media como en el Renacimiento, el gato conserva una reputación sobrenatural, heredada de los cultos egipcios. Pero su misterio y su belleza son interpretados como marcas demoníacas.
Los juicios a animales forman parte de las costumbres de la época, pero el caso del gato es particular. No es juzgado; como símbolo del Diablo, es siempre fatalmente criminal….
Y maldición al gato negro: compañero de las brujas o diablo encarnado, es la principal víctima de este racismo religioso. Quemado en las hogueras, crucificado en las puertas de las casas, ahogado, la raza casi se extingue.
Algunos pelos blancos bajo el cuello pueden salvar a la bestia: "marca del ángel" o "dedo de Dios". Una superstición que equivale a protección: arrancar un pelo blanco trae suerte. He ahí por qué la mayor parte de nuestros gatos negros no son totalmente negros; llevan un pequeño medallón blanco, recuerdo de una vieja y trágica historia.
Pero todavía hoy, el gato de raza Bombay, aun llevando orgullosamente su color -negro, negro- está lejos de ser tan popular como al abisinio, el persa, el siamés, el birmano o el chartreu… En los refugios, el gato negro callejero sigue siendo el último adoptado y el primero eutanasiado.
Negros o no, los gatos participan de los fuegos de San Juan. El rey Luis XI va en persona a encender los manojos a los que son arrojados los gatos, gritando y debatiéndose como diablos, encerrados en bolsas. El pueblo enloquece con el espectáculo.
Enrique IV prohibirá en 1604 estas hogueras de gatos en las noches de San Juan, por pedido de su hijo, futuro Luis XIII, entonces un delfín de 3 años. Peor habrá que esperar a fines del siglo XVIII para que esta costumbre desaparezca por completo.
Otra "fiesta" es el lanzamiento de gatos. La tradición la asocia a Ypres, en Flandes. Esta ciudad textil importa la lana de Inglaterra. Los depósitos de telas atraen a las ratas que anidan allí. Las autoridades recurren a los gatos. Cumplen tan bien su misión que se multiplican. ¿Solución? En Cuaresma, arrojar gatos desde la atalaya del depósito. Ningún gato sobrevive a una caída de 70 metros. La tradición perdura hasta 1817…
Leyendas y supersticiones
Una leyenda entre miles: las brujas tienen un tercer seno para amamantar a sus gatos. Cuando la bestia tiene hambre, succiona hasta hacerlo sangrar.
Más conocidas, las danzas del sabbat: las brujas van de noche, preferentemente los jueves, a caballo de una escoba, de un cerdo, de un chivo negro, de un batracio, de un gato o del diablo en persona. Luego de la comilona, viene el "baile" (en realidad, una copulación). Las brujas confiesan el "coito diabólico", en el cual los gatos son actores o testigos, según la imaginación de los participantes. Los relatos abundan, bajo la tortura o por efecto de la histeria.
La farmacopea medieval refleja las supersticiones: según un manuscrito del siglo XII, los testículos de gato negro, con sal, ahuyentan demonios, y un corazón de gato negro atado al brazo izquierdo suprime todo dolor. Hay excrementos de gato en las recetas contra la caída del cabello o la epilepsia. La médula del gato sirve para preparar ungüentos contra la artritis y la gota. La carne de gato cura el dolor de espalda y las hemorroides.
A la inversa, el célebre cirujano y médico Ambroise Paré tiene horror a los gatos: "No sólo infectan por su cerebro, sino también por su pelo, su aliento, su mirada". El rey Enrique III les tiene terror. Se desmaya ante su vista y alienta su masacre.
Pero no hay que generalizar estos excesos. Los gatos siguen siendo muy apreciados por su utilidad. Los abrigos de piel de gato, menos caros que el zorro o el cordero, son de uso del pueblo. Los peleteros atrapan felinos vagabundos o recuperan cadáveres.
En caso de hambruna o sitio, puede ocurrir que se consuma carne de gato. Pero el gato es apreciado sobre todo por sus cualidades de cazador, tanto por los campesinos como por los monjes, cuyos graneros y bibliotecas preserva.
En los barcos, evita que los roedores ataquen los cordajes y las velas. Acogido como un salvador, el gato marinero lleva una vida de Pashá. "Poco importa que sea gris o negro, siempre que cace ratones", es el proverbio chino recitado por Deng Xiaoping.
Por amor al gato
En el siglo XVI, el pequeño felino salvaje accede al estatus de animal de compañía. Europa descubre al persa, primera raza de pelo largo. Su belleza, sumada a su rareza, atrae a las familias reales así como a la aristocracia. Las cortes se muestran acogedoras a estos gatos de lujo naturalmente exóticos, signo exterior de riqueza y originalidad, sin otra utilidad que la sentimental.
"El gato parece destacarse por no servir para nada, lo que no le impide reivindicar un mejor sitio en el hogar que el del perro", dice Michel Tournier (Le miroir des idées, 1994).
En los manuscritos de los Ensayos (1580) de Montaigne, el autor dejó grandes espacios en blanco que intrigaban a sus exégetas: era la forma del cuerpo de la gata que dormía y que su pluma evitó, para no despertarla…
Con la Guerra de los Treinta Años, los gatos y las ratas se introducen en el bestiario histórico. Cuando Luis XIII y su ministro Richelieu entran en el conflicto, sus enemigos se permiten la ironía. Es la primavera de 1640 y los españoles dejan un mensaje en la puerta de la ciudad de Arras: "Cuando los franceses tomen Arras/ las ratas comerán a los gatos".
Pero los franceses toman Arras el 9 de agosto de 1640 y replican: "Cuando los franceses devuelvan Arras/ las ratas comerán a los gatos".
Luis XIII quiere a los gatos, que son reyes en su corte, pero su ministro principal los adora. El cardenal Richelieu que ha "fulminado más que gobernado a los humanos" (Michelet) es, para los gatos, un amante sin igual, que deroga la hostilidad habitual entre los hombres de poder y esta raza insumisa.
Gran nervioso, Richelieu inventa la "ronron-terapia". Cada mañana juega con sus gatos y duerme con sus favoritos, persas o angora. En su palacio, dos sirvientes están al servicio de los gatos, alimentados con pechuga de pollo. A su muerte, sus catorce gatos heredan una casa y una pensión.
En la siguiente generación, en la corte de Luis XIV, la alta sociedad se aficionará a estos animales. La Fontaine, el fabulista nacional, erige a los animales, y entre ellos al gato, en personajes literarios: "Me sirvo de los animales para instruir a los hombres". Una docena de sus 240 fábulas están protagonizadas por gatos. En El gato, la comadreja y el conejito, denuncia a la justicia de su tiempo con un gato de doble cara que lleva dos nombres tomados de Rabelais: Raminagrobis y Grippeminaud.
Y El gato con botas, héroe de los Cuentos de mamá ganso de Charles Perrault (1697) se volverá mundialmente célebre. Una promoción que anticipa el fin de la historia… (continuará).
interesante datos que no va abriendo camino a la verdad
ResponderEliminarLos gatitos son lindos
ResponderEliminar♥
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